ESTE BLOG ESTÁ DEDICADO A MI FAMILIA: EN EL HAY RETAZOS DE MI VIDA QUE ELLOS NO CONOCÍAN Y QUE NO QUIERO QUE SE QUEDEN EN EL OLVIDO, PUES OLVIDAR ES MORIR.
ESPERO VIVIR SIEMPRE EN LA MEMORIA DE LAS PERSONAS QUE AMO.

lunes, 23 de marzo de 2015

AMOR IMPOSIBLE



AMOR IMPOSIBLE, PERO POSIBLE
            PRÓLOGO

 En las sombras de mis deseos, dibujo tu rostro secreto. Y te llevo al límite de lo sagrado para esconder nuestro amor imposible, a ver si un día se hace posible. Con ángeles de alas negras e infierno de blancas nubes, maldigo por no tenerte y  por amarte.

CUENTO.
 María vivía en un pueblecito rural de los muchos que hay en nuestra Geografía; era la tercera de cuatro hermanas en una familia de creencias rancias y de patriarcado total. Lo que el padre decía era lo correcto siempre; aunque a veces ella no estuviera de acuerdo, acataba todo sin rechistar.
Tenía una amiga íntima con la que compartía aficiones y secretos (esos inconfesables) que toda quinceañera podía tener: su amiga vivía muy cerca de ella y siempre quedaban para hacer manualidades en la casa de Susana, que así se llamaba la amiga. Nunca faltaba a la cita y no precisamente por la costura; era porque Susana tenía un hermano un poco mayor que ella y María estaba locamente enamorada de él; sus miradas siempre se cruzaban y el corazón de los dos latía al unísono.
José era un mozo de ojos negros y rajados, piel morena,  pelo negro azabache y rizado, que parecía un querubín, y era tanto lo que se amaban, que los dos se juraron amor eterno.
Un día paseaban juntos por la calle mayor del pueblo y el padre de María los vio y, como aquello no le gustó nada, al llegar a casa le reprendió diciéndole que no quería verla jamás con el hijo de un simple “maestro de pala” (así lo llamaban por ser el panadero del pueblo), porque él quería alguien más importante para su hija.
El chico que, la verdad, era bastante tímido e introvertido, no se atrevió  a  hacerle frente y, un poco por su cobardía y por el carácter obediente de María, ese amor quedó oculto dentro del pecho cubierto con un fanal.
Los dos siguieron caminos diferentes; él se marcho al Ejército del Aire para hacer carrera (cosa que logró) y María marcho a la gran ciudad a buscar un trabajo que le hiciera olvidar ese imposible amor y cada uno por su lado vivieron sin vivir y amaron sin amar.
 Así poco apoco fue perdiendo todo contacto con su amiga y su familia; nunca supo nada de ellos; cada uno se había marchado a ciudades distintas para mejorar su calidad de vida.
Ella nunca se casó, pues muy dentro sentía que algún día podría hacerse posible ese amor.
Pasaron muchos años. Él se divorcio y volvió al pueblo donde se había criado, pero ella se quedó en la gran ciudad y jamás se volvieron a ver. Un día, la llamo una amiga y le dijo:
-¿Te has enterado? José tuvo un accidente con el coche y murió; creo que lo han enterrado en el panteón familiar.
A María se le cayó el alma a los pies y sintió cómo su corazón lloraba amargamente, pues, por amarlo tanto, le dio de lado, pero no lo olvidó y seguía esperando ese milagro del amor.
Como estaba cerca el día de difuntos, se armó de valor y cogió su coche poniendo rumbo a su lindo y querido pueblo.
Esperó al amanecer para visitar el cementerio, sin que nadie notara su presencia, compró un bonito ramo de rosas blancas, que eran las favoritas de José, y se acerco tímidamente al panteón familiar de su amiga.
Se arrodilló ante la tumba y, con el corazón en la mano, fue desgranando estos versos.

Qué le digo a mi alma tan herida,
qué le digo a la vida de tu muerte,
qué le digo a mi esperanza ya pérdida
de recibir tus besos más ardientes.

Sus lágrimas caían sobre los pétalos de las blancas rosas, como gotas de rocío mañanero. De pronto, notó una mano en su hombro y se quedo petrificada pensando que tal vez era su espíritu que al verla llorar quería consolarla, mas al instante oyó una voz que le decía « ¡María María, mi amor!». Se volvió como si un relámpago la empujara, y ante ella estaba José, con otro ramo de rosas en las manos; se fundieron en un abrazo tan deseado, que nadie osaría ni podría separarlos.
Verdaderamente, José había muerto, y  la llamaba para poder gozar su amor en el reino de los muertos.
María, aun sabiendo que para ello tenía que morir, prefirió morir para vivir, y así hacer posible, su imposible amor.


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