ESTE BLOG ESTÁ DEDICADO A MI FAMILIA: EN EL HAY RETAZOS DE MI VIDA QUE ELLOS NO CONOCÍAN Y QUE NO QUIERO QUE SE QUEDEN EN EL OLVIDO, PUES OLVIDAR ES MORIR.
ESPERO VIVIR SIEMPRE EN LA MEMORIA DE LAS PERSONAS QUE AMO.

lunes, 28 de octubre de 2013

CARTA AL CIELO, PARA UNA HERMANA MUERTA



               CARTA AL CIELO, PARA UNA HERMANA MUERTA

Mí querida hermana: hoy especialmente me he acordado de ti; me desperté temprano, me levanté de la cama y, calzándome las zapatillas rojas de terciopelo que me regalaron mis hijas por Navidad, entré en el aseo. Por la ventana entraba un sol maravilloso. Era una mañana de esas cálidas de primavera.
Salí al jardín y, al lado de  casa detrás de la higuera, hay un pequeño espacio descuidado, solo hay un algarrobo y un olivo, ya sabes al  que me refiero, ese del transformador de la luz. Miré hacia él y vi unas lindas margaritas  silvestres con sus alargados pétalos blancos y su botón amarillo en el centro, esas que tanto te gustaban cuando éramos niñas, y te seguían gustando de mayor. Entré en el descuidado sitio abriéndome paso entre la maleza que las rodeaban hasta llegar a ellas.
Una a una, las fui cortando hasta hacer un hermoso ramo; llegué a casa y entré en el salón para coger un jarrón de cristal, lo llené de agua y puse en él el lindo ramo de margaritas. Pensé dejarlo en el salón, pero me dije: “¡Nadie las va a ver!, pues ese salón está siempre cerrado”. Así que opté por la entradita, un pequeño pero coqueto espacio, que da paso a las demás dependencias de la casa. En la pared, un espejo con un marco de cristal color burdeos y aplicaciones pintadas en oro le da más amplitud al habitáculo; un ángel de plata sobre la mesita de hierro negro y encimera de cristal y una cajita para guardar las llaves, son el complemento que acompaña al jarrón de cristal tallado donde puse las flores.
En ese lugar las puede ver quien entra y quien sale, y disfrutarán  más de su belleza. Viéndolas yo, mis pensamientos se fueron casi sin darme cuenta a nuestra infancia; recordaba cuando éramos  niñas, las dos siempre cogidas de la mano corriendo por la dehesa donde nos criamos, y nos tumbábamos sobre esa alfombra de flores de mil colores que parecía un tapiz y  que rodeaba las encinas de troncos retorcidos, junto a los alcornocales, retamas y abulagas. Nos tumbábamos boca arriba las dos mirando ese cielo azul diáfano e infinito; y disfrutábamos del aroma que nos traía la brisa de la tarde. Olía a tomillo, romero, a la floresta que tiene nuestra tierra; veíamos el vuelo del águila que daba vueltas tal vez buscando su inocente presa; y a las queridas cigüeñas, que poco a poco habían construido su hogar de palo y ramas donde criar a sus polluelos.
¡Qué tiempos, querida hermana! Parece que fue ayer y hace ya tantos años...
¿Te acuerdas de aquel día, cuando saltamos la tapia del jardín del amo? El abuelo no quería que entráramos y nosotras lo hacíamos a escondidas; queríamos ver cómo el pavo real, esa hermosa ave del paraíso, coqueto, abría su gran cola de abanico, sus plumas
azules  y doradas, dignas de la paleta del mejor pintor; se pavoneaba haciéndole la rueda a su amada que lo miraba con ojos de admiración.
Recordé esas noches tan largas de invierno escuchando las bellas leyendas que nos leía nuestro querido padre; o las del verano, durmiendo en la era sobre la “parva” de trigo, listo para ser trillado a la mañana siguiente, cuando el rocío mañanero ya se hubiera evaporado por el sol.
¡Cuántas vivencias y cuántas más podríamos haber tenido, si la muerte no te hubiera llevado tan temprano, querida mía! Tú te quedaste dormida, con ese sueño del que nadie despierta, tan dormida, que incluso a la muerte le dio pena despertarte y mandó a un ángel para llevarte hasta el lucero del alba sin hacerlo.
¡Cuánto te extraño, querida hermana! Pero tengo la esperanza de que, el día en que el tren de mi vida llegue a su última estación, tú me estarás esperando en ese lucero del alba que tantas noches y mañanas admirábamos juntas; y padre nos decía que era un lejano planeta llamado Venus. Estoy segura, querida, de que allí las dos podremos disfrutar y gozar de la vida eterna.
¡Descansa en paz, dulce hermana!


2 comentarios:

Beatriz Martín dijo...

preciosa prosa done tienes ese diálogo con tu hermana asi drenas tu tristeza por el dolor de su ausencia y vives con intesidad tus dulces recuerdos con ella te quedó hermosa, un abrazo fuerte desde mi brillo del mar

espe-laveletavarada dijo...

Gracias mi querida Bea por leer mis pobres letras. Es un pequeño homenaje a mi hermana la pequeña en el día de los difuntos.
Un abrazo desde mi terraza Malagueña.